
"Recordemos
que, si nuestro cerebro tiene una misión fundamental, es la de proteger nuestra
vida. Por otra parte, el miedo es una emoción sumamente paradójica porque es a
la vez una ventaja a la hora de lograr seguridad y es un gran inconveniente a
la hora de arriesgarse, de probar cosas nuevas y en definitiva, de cambiar.
Si
careciéramos de la emoción a la que denominamos miedo entonces no seríamos
personas valientes, sino que seríamos unos completos temerarios, porque no
reconoceríamos peligros reales que pueden acabar con nuestra vida en el sentido
más literal de la palabra. Por otra parte, si el miedo tuviera tal poder sobre
nosotros que en lugar de tener nosotros miedo, el miedo nos tuviera a nosotros,
entonces nuestra vida no sería más que una experiencia de alerta y de alarma
constante que no nos dejaría descansar ni un instante. Las reacciones de miedo
están mediadas fundamentalmente por tres estructuras cerebrales que son el
núcleo central del miedo, el hipotálamo y la sustancia gris periacueductal.
La
Naturaleza es muy sabia, de hecho es tan sabia y se fía tan poco de algunas de
nuestras estrategias conscientes que cuando detecta un peligro como por ejemplo
una serpiente, pone en marcha mecanismos de huida antes de que ni siquiera nos
demos cuenta a nivel consciente de que lo que tenemos delante es una serpiente.
El
problema surge cuando lo que se siente amenazada no es nuestra supervivencia
física sino la imagen que tenemos de nosotros mismos, la idea que tenemos de lo
que somos y que es el resultado de las experiencias que hemos ido acumulando a
lo largo de nuestra vida. Con esta imagen se produce una situación muy
particular y es que forma como otra persona, una identidad que ha de ser
protegida de la misma manera en la que el cuerpo físico ha de ser protegido,
claro que ahora los peligros son de otra índole. Esta imagen no se siente tan
atemorizada frente a una serpiente como se siente atemorizada cuando alguien
"ataca" la idea que se ha hecho de sí misma.
Por
otro lado hay que tener en cuenta que desde que somos pequeños nos insisten en
cómo deberíamos de ser. Si nosotros creemos que no somos como deberíamos de ser
entonces aparece otra nueva imagen que hay que proteger. Ya no sólo hay que
estar atento para que nadie desafíe la idea que tenemos de nosotros mismos,
además hay que estar atento para que los demás no descubran que no somos
quienes "deberíamos de ser" según las creencias de nuestra sociedad y
de nuestra cultura. Ya puede imaginarse el lector que la situación de tensión
en la que se vive cuando uno tiene que proteger por una parte su cuerpo físico,
por otra su imagen mental de lo que es y por último su imagen mental de lo que
no es, resulta tremenda y es una causa fundamental de nuestro sufrimiento
como humanidad.
Es
interesante destacar que estas imágenes cuando se sienten amenazadas activan
también la amígdala, el hipotálamo y la sustancia gris periacueductal,
exactamente igual a lo que ocurre cuando nos encontramos ante un depredador,
aunque tal vez eso sí con menor intensidad. Las estrategias de ataque o huída
tan útiles en el caso de enfrentarse a un depredador, no resultan tan
útiles a la hora de conversar con alguien que ve las cosas de manera diferente
a como las vemos nosotros y que nos ve diferentes a como nos vemos. Por eso
exige tanto entrenamiento el dar y recibir feed-back, porque nuestra propia
identidad, la imagen que nos hemos hecho de nosotros mismos puede sentirse
amenazada.
El
miedo que tenemos en los procesos de cambio no es porque nuestra supervivencia
física corra peligro, sino porque nuestra imagen sí que lo corre. Cuando uno
cambia, esa imagen también cambia y aunque sea para lograr una mejora a esa
imagen no le interesa que se la cambie un ápice. Es como esos niños pequeños
que se anclan en un no y cuesta mucho sacarles del no. La imagen se siente
amenazada ante el riesgo, pero mucho más ante la incertidumbre, porque en ésta
hay muchos menos parámetros de orientación, uno tiene muchos menos puntos de
referencia y por eso la sensación de amenaza es mucho mayor.
Propongo
una estrategia frente al miedo que es diferente a las estrategias de ataque,
defensa y huída que tan útiles son para hacer frente a los peligros físicos.
Como en este caso la estrategia es para hacer frente a la sensación de amenaza
de la imagen que nos hemos hecho de lo que somos y de lo que no somos y dado
que las reacciones de ataque, defensa y huida son en este caso estrategias muy
poco efectivas y por las que se paga un precio muy alto (salud, rendimiento,
disfrute, relaciones...), necesitamos probar otro tipo de estrategia que en
este caso tiene dos facetas; una es la aceptación y otra es la compasión. La
aceptación consiste en que cuando sienta que mi imagen se siente amenazada, en
lugar de atacar, huir o defenderme acepte, abrace la emoción, me permita
experimentar el miedo como la emoción que en ese momento forma parte de mi
existencia. Es importante saber que lo que está manteniendo ese miedo virtual
es que constantemente lo reforzamos al resistirnos a experimentarlo plenamente
y al utilizar estrategias de ataque, defensa o huida que lo único que hacen es
aumentar el poder que tiene el miedo sobre nosotros. Lo que se resiste
persiste, lo que se acepta se desvanece.
La
otra estrategia es la compasión. Compasión es conectar con nuestro sufrimiento,
es darnos apoyo a nosotros mismos y a la vez ser firmes que no duros cuando
hemos de serlo. La compasión es observarse para entenderse sin juzgarse, sin
catalogarse. De la aceptación y de la compasión surge una nueva forma de
comprender, una nueva forma de ver que se acerca a lo que denominamos
sabiduría. Igual que la luz disipa la oscuridad, la auténtica comprensión
disipa muchos de nuestros miedos."
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada